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Capítulo 9

Acerca del autorCopyrightTEDxRioDeLaPlataEn Amazon.com

La Profecía de 100 años

Si cada instrumento pudiese, en virtud de una orden recibida o, si se quiere, adivinada, trabajar por sí mismo… los empresarios no necesitarían a los operarios y los señores no necesitarían a los esclavos.

Aristóteles, Política, 350 a. C.

Sin embargo, no existen países ni sociedades que puedan esperar a que llegue la época de ocio sin temor.

John Maynard Keynes, 1930

A lo largo de los últimos años, casi cada vez que hablamos de la promesa de las impresoras 3D y de la robótica, surge la inevitable pregunta: “Y cuando todo esto realmente llegue a suceder, cuando las impresoras 3D y los robots puedan manufacturar cualquier cosa, ¿Qué hará el 30 o 50% de la población que ahora trabaja en manufactura y montaje?”.

Normalmente, solemos aceptar la respuesta estándar que dice algo así: “Hace 200 años, más del 80% de la población se dedicaba a la agricultura, pero hoy en día nadie extraña el trabajo de cosechar trigo sin herramientas modernas: siempre vamos a inventar cosas nuevas para hacer”. Y es cierto. Es mucho más divertido ser abogado, ingeniero, contador o programador que cosechar papa a mano. Pero, ¿tiene límite este proceso de inventar nuevas cosas para hacer cada vez que nuestras máquinas nos liberan del trabajo de nuestros antepasados?

En el Capítulo 5 “Mover materia en el espacio”, habíamos hablado de la empresa D-Shape, que vende una impresora para el uso en construcción. El profesor Behrokh Khoshnevis, de la Universidad de Southern California, desarrolla otra tecnología de impresión de edificios llamada Contour Crafting, y dio una presentación muy inspiradora que explica cómo esta tecnología va a solucionar la necesidad de viviendas, que es real y urgente, y cómo va a prevenir miles de muertes y centenares de miles de accidentes graves que suceden anualmente en la industria de la construcción.

Sin embargo, Khoshnevis también reconoce que esta industria es una de las fuentes principales de trabajo en todo el mundo. ¿Cómo sugiere que reemplacemos todos estos millones de puestos de trabajo? Es un problema difícil, y lo que dice acerca del asunto es que, en vez de construir las casas, va a haber nuevos trabajos de diseño de casas. Sin duda, esto funcionará hasta un punto, y también es cierto que el trabajo de diseñador es más interesante y menos peligroso que el trabajo de albañil, pero también es importante el hecho de que el trabajo de diseño es muy distinto en términos de las habilidades necesarias. ¿Podemos darles educación a todos los que trabajan hoy en día en la construcción para que se vuelvan diseñadores? ¿Va a haber suficientes trabajos nuevos como para reemplazar a los anteriores?

A lo largo del siglo XX, la respuesta a esta pregunta siempre fue afirmativa. Cada avance en automatización que hacía algunos tipos de trabajo innecesarios, a la vez creaba aún más trabajos nuevos. Como ya hablamos en capítulos anteriores, esto sucedió cuando el automóvil reemplazó a los operarios a caballo, y cuando la grabación de sonido y video eliminó el trabajo de los músicos itinerantes pero creó las enormes industrias del entretenimiento.

Sin embargo, desde el comienzo de la edad industrial muchos pensadores se preguntaron si este proceso tenía algún límite. El economista John Maynard Keynes escribió un ensayo muy profético y elocuente acerca de este tema en el año 1930, llamado Las posibilidades económicas para nuestros nietos. En él, Keynes decía que dentro de 100 años –a partir de la fecha en que publicó su ensayo– la humanidad solucionaría completamente lo que él llamaba el problema económico, o sea, que algún día desaparecería la necesidad de trabajar para crear bienes. Pero, a la vez, explicaba que ninguna sociedad está preparada para este nuevo mundo. Según Keynes, las sociedades van a enfrentar una serie de crisis graves antes de que los sistemas políticos y nuestros valores se adapten a la nueva realidad. La tecnología y automatización algún día nos traerán el paraíso, pero el camino hacia él no será nada fácil porque todos los sistemas políticos de hoy en día –ya sea el capitalismo, el socialismo o el comunismo– comparten algo importante como base filosófica: el papel central del trabajo en la economía.

Para evaluar el argumento de Keynes, podemos usar la siguiente analogía: imaginemos que vivimos en un mundo de 100 personas, de las cuales un tercio se dedica a la agricultura, un tercio a construir casas y un tercio a producir ropa. Así que todas las necesidades básicas están abastecidas, y las cosas siguen así miles de años. Un día, Juan Pérez inventa una máquina muy capaz que hace todo el trabajo agropecuario automáticamente. Sólo necesita una persona para operarla, así que Juan ahora produce toda la comida para las 99 personas. Las 32 personas ahora están desempleadas, pero otro tipo listo, Daniel Martínez, inventa un producto nuevo: una bicicleta. Los desempleados de a poco empiezan a trabajar para producir estos nuevos ítems. En esta analogía, Keynes está de acuerdo con que los seres humanos siempre van a inventar necesidades nuevas para reemplazar cosas ya automatizadas, pero argumenta que la tecnología está automatizando cosas a mayor velocidad de la que podemos inventar nuevas necesidades.

Dice Keynes:

Estamos siendo afectados por la nueva enfermedad cuyo nombre muchos todavía no han escuchado, pero del cual escucharán bastante en los años que vienen: el problema del desempleo tecnológico. Esto significa el desempleo debido a que nuestra tasa de descubrimiento de tecnologías que economizan el uso del trabajo está superando la tasa con que estamos pudiendo encontrar nuevos usos para el trabajo. La depresión mundial que nos envuelve, la enorme anomalía de desempleo en un mundo lleno de necesidades, los errores desastrosos que hemos cometido, todo esto no nos deja ver la verdadera interpretación de lo que está pasando debajo de la superficie, la tendencia hacia donde van las cosas.

Creo que ustedes pensarán que mi opinión es chocante para la imaginación porque yo llego a la conclusión de que… el problema económico puede ser solucionado, o, al menos, estar cerca de solucionarse, dentro de 100 años, lo cual significa que el problema económico, si miramos al futuro, no será el problema permanente de la humanidad. ¿Por qué “chocante”?, preguntarán. Porque si miramos al pasado, el problema económico, la lucha por sobrevivir, siempre ha sido el problema más urgente de la humanidad; y no solo de la humanidad, sino también de todo el reino biológico desde el comienzo de la vida en sus formas más primitivas.

¿Será todo esto de beneficio para nosotros? Si uno cree en los verdaderos valores de la vida, creo que al menos se nos abrirá una posibilidad de beneficio. Y, sin embargo, yo siento miedo por el proceso de ajuste de los hábitos y tradiciones del hombre que habían sido inculcados durante un sinfín de generaciones, hábitos que la humanidad tendrá que descartar dentro de unas décadas.

La gran esperanza del siglo XX

Keynes escribió estas palabras en 1930, y en las siguientes décadas quedó un poco en ridículo porque después de la Segunda Guerra Mundial, entre las décadas de 1950 y 1990 se produjo un crecimiento del empleo jamás visto anteriormente. El proceso que generó todos estos trabajos que desafiaron la predicción de Keynes fue descripto por Jean Fourastié en 1950, en su libro llamado La gran esperanza del siglo XX, en el cual Fourastié planteó que todas las civilizaciones atraviesan tres etapas: Primaria, principalmente orientada a la extracción de recursos naturales y agricultura; después Secundaria, orientada a la manufactura y maquinaria; y finalmente, cuando las máquinas automatizan el proceso de manufactura y extracción, la civilización entra en la etapa Terciaria, dominada por la economía de los servicios. Fourastié observó que esta última transición es, en cierto modo, trascendental, porque en la economía dominada por los servicios no se dan tanto los desplazamientos que caracterizaban a la época de la automatización de manufactura: no se puede reemplazar el trabajo de un doctor, de un abogado o de un ingeniero con una máquina que haga el trabajo de centenas de personas como solía pasar cuando excavadoras, tractores y grúas reemplazaban a miles de trabajos manuales. El término “Sector de Servicios” que usamos hoy en día viene del trabajo de Fourastié.

En este sentido, es importante no exagerar el impacto de la automatización en la economía, ya que hoy en día el 60% o 70% de la población trabaja en el sector de los servicios. También, como predijo Fourastié, esta nueva economía tiene profesiones de mucha más alta calidad y autorrealización que los trabajos industriales que perdimos debido al proceso de automatización: los trabajos repetitivos que te volvían loco, mostrados con tanta pasión en la película clásica de Charlie Chaplin, “Tiempos Modernos” (Modern Times).

Pero, por coincidencia, en el mismo año que Fourastié propuso su teoría, el padre de la Edad Digital, Alan Turing, escribió el paper “Computing Machinery and Intelligence”, en el cual desarrolló la fundación para crear máquinas inteligentes. En este paper, Turing dijo otras palabras proféticas que, con el paso de tiempo, pueden llegar a cumplir la visión de Keynes. Como conclusión de su paper, Turing dijo: Podemos esperar que algún día las máquinas podrán competir con el hombre en todos los ámbitos puramente intelectuales.

Desde el punto de vista de hoy, sabemos que Turing tenía razón y que las máquinas pueden hacer muchas tareas intelectuales y mejoran nuestros trabajos enormemente. Una vez yo pregunté a un contador cómo era su vida antes de Excel y ni puedo explicar la expresión de disgusto que se vio en la cara cuando se acordó lo cansador que era sumar miles de números con una calculadora en la mano.

De un modo, podemos decir que los programas digitales son una manera de explicar a nuestras computadoras cómo liberarnos de trabajos monótonos y repetitivos. Con la maduración de la tecnología de impresión 3D, todos los trabajos de manufactura puramente mecánicos van gradualmente a desaparecer, dejando espacio solo para los trabajos que tengan algún elemento creativo. Pero la combinación de las computadoras inteligentes y de la impresión 3D nos lleva rápidamente hacia el cumplimiento de la predicción de Keynes, porque ahora es inevitable que con el tiempo las máquinas van a poder hacer tanto los trabajos físicos como los intelectuales.

Parece todavía como una posibilidad lejana, pero si aceptamos la tesis de Keynes, el problema económico y la necesidad de trabajar desaparecerán alrededor del año 2030. En términos de edad, justamente somos nietos de Keynes, y en menos de 20 años veremos si él tenía razón. Mientras tanto, vale la pena ver cómo vamos a empezar a prepararnos para los cambios que ahora en 2013 ya parecen inevitables. Dice Keynes:

Por lo tanto, yo anticipo que en el futuro no tan lejano veremos el cambio más importante en el entorno material de la vida humana que jamás haya ocurrido. Por supuesto, todos estos cambios sucederán paulatinamente, no de una vez. Y, en realidad, el proceso ya empezó. El desarrollo de la situación será tal que habrá grupos de personas cada vez más grandes para los cuales en términos prácticos la necesidad económica ya no existirá. El punto crítico va a llegar cuando esta condición se vuelva tan general que la naturaleza de las obligaciones de uno frente a los demás esté cambiada.

La máquina mágica ya ha sido inventada

Existe un aspecto sorprendente de esta visión del futuro que ya se cumplió completamente, en la producción de comida. La máquina mágica de nuestro ejemplo arriba, la máquina con la cual una persona puede dar de comer a los 99 ya fue inventada hace mucho tiempo, se llama agricultura moderna. Actualmente, en los países desarrollados tan solo un 1,5% de población trabaja en la agricultura, y no solamente da de comer al otro 98,5% sino que también genera una enorme cantidad de comida para exportar.

De hecho, hoy en día el mundo produce casi el doble de la cantidad de comida de lo que necesitamos para darles de comer a todos los seres humanos. La otra mitad simplemente se desperdicia. Para nombrar solo un par de ejemplos: en los supermercados de alta gama rigen estándares estéticos muy estrictos de la apariencia de frutas y vegetales. Si la zanahoria no es perfectamente recta o la manzana no tiene la forma ideal que el consumidor espera, las echan como basura, o, en el mejor de los casos, las usan para alimentar ganado.

Por otra parte, los restaurantes de alta gama a propósito compran alrededor de 30% más insumos de lo que necesitan y desperdician estos recursos solo para evitar el riesgo de decir al cliente que se le acabó un cierto tipo de ingrediente y que no tienen algún plato ofrecido en el menú.

Esta realidad que ya estamos viviendo hace mucho tiempo, la realidad de producir el doble de cantidad de comida de la que necesitamos con menos de 2% de la población trabajando en agricultura ya sería el paraíso para casi todos los humanos que han existido en nuestro planeta en las épocas pasadas. Sin embargo, con el mundo tapado de comida, todavía alrededor de mil millones de personas sufren de malnutrición y muchos mueren de hambre cada año. Por otro lado, una de las causas principales de la muerte prematura en sociedades desarrolladas son enfermedades vinculadas a la obesidad.

Dada la cantidad de comida que generamos per cápita de la población mundial, podemos decir sin exageración que ya alcanzamos la liberación de la necesidad económica de que hablaba Keynes al menos con respecto a la alimentación, tradicionalmente la necesidad más importante de todas. Sin embargo, por ahora el resultado es que alrededor de mil millones no tienen para comer mientras que otros mil millones padecen de comer demasiado. Y esto es algo general: Amartya Sen, un economista y sociólogo de Harvard, ganó un premio Nobel entre otras cosas por mostrar que las hambrunas modernas casi nunca son por la carencia de comida sino por fallas en los procesos políticos y económicos.

Pensando en esto como analogía, parece que vamos a tener que enfrentar muchos desafíos para prepararnos para el día en que tengamos máquinas que pueden imprimir casas, ropa, muebles y coches. ¿Qué va a pasar si un gran porcentaje de la población ya no puede vender su trabajo en el mercado económico?

El Principio de Sinclair

¿Por qué tenemos tanto miedo de que algún día no vaya a haber trabajo para todos? De un modo, esto simplemente implica que no todo el mundo tiene que trabajar. Hace 1000 años nadie podría haber creído que algún día el 98,5% no iba a tener que hacer nada para producir alimentos, y, sin embargo, aquí estamos.

La idea de que el trabajo no es algo absolutamente necesario ya era muy clara para Aristóteles en 350 a. C. La cita completa de su libro La Política que abre este capítulo, dice lo siguiente:

Si cada instrumento pudiese, en virtud de una orden recibida o, si se quiere, adivinada, trabajar por sí mismo, como las estatuas de Dédalo o los trípodes de Vulcano, «que se iban solos a las reuniones de los dioses»; si las lanzaderas tejiesen por sí mismas; si el arco tocase solo la cítara, los empresarios no necesitarían a los operarios y los señores no necesitarían a los esclavos.

Cuando Aristóteles habla de las estatuas de Dédalo que caminaban solas se refiere a los acontecimientos en los mitos griegos, y cuando habla de las herramientas que trabajan por sí mismas es algo puramente hipotético en su época, en 350 a.C. Pero hoy en día la automatización no es un mito, es la realidad, y después del invento de la computadora digital cada vez más de nuestras herramientas caminan, aprenden y trabajan solas.

Si bien las conclusiones de Aristóteles y de Keynes parecen lógicas e inevitables, ¿por qué nos cuesta tanto aceptarlas? Esta pregunta fue analizada por el filósofo Bertrand Russell en su ensayo acerca de la naturaleza del trabajo y del ocio en 1932 (In Praise of Idleness).

Russell dice que, por un lado, es obvio que a nivel individual el trabajo duro no es un fin en sí mismo, sino un medio para llegar a un estado donde ya no es necesario. La gran mayoría de las personas trabaja para conseguir ocio y no como un fin en sí mismo. Según Russell, la humanidad por mucho tiempo confundió los fines con los medios porque esta situación era una ficción conveniente en todos los sistemas políticos desde el estado de esclavos en Grecia y Roma antigua hasta las democracias industriales y los países comunistas. Esto era porque sin tecnología la única manera de conseguir ocio necesario para generar cultura y civilización era a través de conceptos como esclavitud (en los tiempos más antiguos) y el deber (en los tiempos más recientes). Pero en el siglo XX esto cambió. Explica Russell:

Por supuesto, los que tienen poder logran hacer creer hasta a sí mismos que sus intereses son idénticos a los intereses generales de la humanidad. A veces esto es verdad; los dueños de los esclavos en Atenas, por ejemplo, usaban una gran parte de su ocio para hacer un aporte permanente a la civilización, lo cual habría sido imposible bajo un sistema económico justo. El ocio es la fundación de la civilización y en los tiempos antiguos el ocio para pocos era posible solamente a través del trabajo de muchos. Pero sus trabajos no eran valiosos porque el trabajar es bueno, sino porque el ocio es bueno y con la tecnología moderna es posible distribuir el ocio de una manera justa sin perjudicar a la civilización.

El escritor Upton Sinclair tiene un dicho que explica bien la situación en que estamos. Dice que es muy difícil hacer que alguien entienda algo si su sueldo depende de no entenderlo. La explicación de Russell en el fondo dice esto: que todos nuestros sistemas, ya sean capitalistas, socialistas o comunistas, comparten y dependen de la idea central del trabajo como deber necesario y virtuoso. Y cuando llegue el punto donde este supuesto ya no sea válido, el proceso de ajuste a esta nueva realidad va a ser muy difícil, ya que nadie tiene un incentivo para realmente entender lo que está pasando.

Mirando al futuro no tan lejano, es inevitable que va a haber un punto donde las necesidades como vivienda y comida estén producidas por máquinas a costo tan bajo que al menos al nivel básico van a estar disponibles por un precio insignificante. Recuerden, por ejemplo, la impresora de edificios de D-Shape que vimos en el Capítulo 5. Recuerden que los científicos e ingenieros ya están desarrollando este tipo de impresora que va a poder funcionar con la energía solar e imprimir edificios directamente de arena. Desde la perspectiva de 2013, podemos decir que esto es lo que Keynes llamaría el punto crítico cuando la condición de ausencia de necesidades se vuelve general y esto no va a llevar mucho más que 20 años.

¿Cómo será el mundo después del punto crítico? Muchas veces cuando la gente piensa en el futuro sin trabajo, imaginan un futuro lejano con robots súper avanzados que cumplan cualquier deseo que tengas. Y algún día esto va a pasar. Pero la transición compleja de la que habla Keynes ya está empezando. En nuestro planeta, en términos per cápita, ya producimos mucha más ropa y comida de lo que es necesario para alimentar y vestir a todos; la vivienda es el único factor que todavía está faltando. Cuando la riqueza de la sociedad cruce este umbral y cuando se pueda proveer comida, ropa y vivienda efectivamente sin costo o a costo muy bajo, va a empezar una transformación de época porque a partir de ese punto cada vez más gente va a poder elegir no participar en la economía monetaria. Por supuesto, aun así va a haber desigualdad, y si quieres tener un avión privado o una casa con una pileta más grande que la pileta de tu vecino vas a tener que trabajar. Como decía Keynes, las necesidades materiales del hombre son finitas pero las necesidades posicionales probablemente son infinitas.

Parece que no hay fin a las necesidades humanas y que siempre vamos a inventar cosas nuevas para comprar o desear. Es por eso que se suele subestimar la importancia de la transición en el punto crítico de Keynes. La clave es la diferencia entre las necesidades materiales y posicionales. En toda la historia de la humanidad hasta tiempos muy recientes uno tenía que trabajar simplemente para sobrevivir. En la práctica, trabajar o no trabajar nunca era una elección disponible para la gran mayoría de las personas. Pero cuando superamos el umbral de las necesidades materiales, cada uno va a tener la libertad de elegir entre trabajar y no trabajar, y si tú quieres pasar toda tu vida leyendo libros de filosofía, bailando, surfeando en la playa o haciendo otra actividad que no requiere mucho capital, vas a poder elegir salir del sistema económico completamente. La disponibilidad de esta decisión invalida la fundación de todos los sistemas políticos que existen hoy en día. Y esta es la advertencia de Keynes:

Sin embargo, no existen países ni sociedades que puedan esperar a que llegue la época de ocio sin temor. Es un problema horrible para una persona cómo ocupar su tiempo, especialmente cuando uno ya no tendrá raíces en la tierra ni en las queridas costumbres de la sociedad tradicional.

Y será así que por primera vez desde su creación el hombre enfrentará su real, su permanente problema, de cómo usar su libertad de las necesidades económicas, de cómo llenar su ocio… de cómo vivir de forma buena y sabia.

El genio digital suelto en 1936 por Alan Turing ya no volverá a la botella, y algún día va a cumplir las profecías de Aristóteles, de Russell y de Keynes. Las Máquinas Universales ya llegaron al mundo físico y es inevitable que dentro de unas décadas podrán hacer todo lo que queramos y darnos el mundo que deseamos. Las impresoras 3D y todas las revoluciones tecnológicas que van después son una apuesta a que realmente vamos a desear un mundo mejor y que usaremos este maravilloso fruto de la ciencia y el conocimiento, la liberación permanente del trabajo, para aprender cómo vivir de forma buena y sabia.