Desde hace algunos años estamos invadidos por cursos, charlas y libros sobre estoicismo. Se podría decir que el estoicismo está de moda. Pero, dicho así, tiene un matiz de desprecio que me parece que no es justo. No está de moda como los chupines. Está cubriendo una necesidad real.

Después de haberles dado rienda suelta a nuestras emociones durante tanto tiempo, después de haberlas puesto, como dice Platón, en el trono de la acrópolis de nuestra alma y haberlas dejado gobernar nuestras vidas, sentimos la necesidad profunda de aprender a gestionarlas, a convivir armónicamente con ellas.

Después de tantos años en los que nos hemos dispersado en mil actividades que, finalmente, nos han quitado la paz en el espíritu, necesitamos que nos enseñen a volver recuperar el eje. Y la filosofía estoica tiene recetas geniales para gestionar nuestras emociones y mantener la paz en este mundo. Recetas probadas a lo largo de los siglos. Por eso está bueno que el estoicismo esté de moda. Pero, cuando algo está de moda, aparecen las imitaciones y las versiones diluidas.

Hay cursos que te dan el principio activo del estoicismo diluido en agua y así pierde gran parte de su eficacia. Hay muchos otros que seleccionan del estoicismo lo que quien da el curso cree que la gente va a aplaudir. Séneca dice que estos son como algunos médicos de cabecera, que no curan según lo mejor y más rápido, sino según lo que el enfermo les deja hacer; los estoicos, en cambio, no se preocupan de que lo que proponen parezca agradable, sino de que nos lleve cuanto antes a la cumbre más alta. Un estoicismo diluido, no es estoicismo. Hay que aprender estoicismo de los estoicos.

Hay filósofos que son profundos, pero muy difíciles de leer. Hay otros, muy pocos, que son profundos y fáciles de leer. Pero hay otros, poquísimos, que además de profundos y fáciles de leer, escriben increíblemente bien. Séneca juega de 9 en esa selección. Escribe tan lindo, que lo leerías aunque hablara de la corrosión de las góndolas metálicas en los supermercados del sur de París en la década del 90. Séneca es una obra perfecta, todo lo que yo agregue, lo va a estropear. No puedo decirlo más profundo, no puedo decirlo más fácil, no puedo decirlo más bello. Te propongo, entonces, que leamos juntos a Séneca.

En este curso en particular, te propongo leer el tratado genial que escribió sobre La Ira. No tiene desperdicio.

En 6 encuentros, unas 20 páginas por semana. Así aprendemos estoicismo, no imitaciones ni versiones diluidas. Estoicismo en serio. Sentándonos una vez por semana a los pies de Séneca, a escuchar al maestro.

Christián Carman