El año mil fue una divisoria de aguas para el mundo europeo.

No solo porque estaba en el centro de lo que luego llamamos “Edad Media” sino porque para los cristianos anunciaba la certeza de que se aproximaba el Juicio Final y el regreso de Cristo, el posible cumplimiento del Apocalipsis y la culminación de la Historia.

El año 1000 (los dos siglos que lo precedieron y los dos que lo siguieron) constituyen un núcleo cultural único: nacen las universidades, nacen las lenguas modernas, nace la literatura que nosotros seguimos disfrutando (y que ahora se transformó en guiones de nuestras series favoritas), nace el amor y aparecen las primeras semillas de una experiencia que ahora -10 siglos más tarde estamos enterrando-, la intimidad.

En tres charlas veremos cómo, en torno al año mil, se fue conformando la base de la vida moderna.

En la primera hablaremos del legado latino, de cómo se procesó la rica herencia de Roma (y de Grecia) y qué significaba ser europeo y tener influencia latina hace 10 siglos. Y allí está también el origen de las universidades y las formas contemporáneas de pensar e investigar.

En la segunda hablaremos del milenarismo: el movimiento religioso que, bajo varias corrientes distintas y todas heterodoxas (enfrentadas con el papado), transformó el mapa cultural europeo, alentó las revoluciones de los próximos 5 siglos, sembró el camino que llevó a la ruptura cismática de Lutero y puso a debate todos los temas que aún hoy seguimos pensando: la igualdad de la mujer, la percepción del mundo según las creencias que guían nuestras inquietudes y la fuerza de la rebelión como búsqueda de la libertad.

En la tercera hablaremos de cómo el amor llegó a occidente (a través de los árabes, la cultura dominante en ese entonces, que lo trajeron de China) y cómo la cultura árabe le reveló sentimientos y creencias al mundo occidental que provenían de su pasado grecolatino (desconocido y perdido durante más de 500 años). La influencia que todo este movimiento tuvo en la poesía, en especial en los poetas provenzales y en Dante.