Por Emiliano Chamorro | 17/11/2011
El “fenómeno Bitcoin”, hasta ahora sólo compartido por un pequeño grupo de gente fanatizada con su existencia (como pasa con la mayor parte de las innovaciones en sus inicios), está empezando a difundirse. Podríamos decir que está cruzando el “abismo” entre los “early adopters” y el público general. Y, como todo fenómeno nuevo, es poco entendido y su impacto muy poco predecible.
No voy a explicar acá cómo funciona la moneda Bitcoin, para eso tenemos wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/Bitcoin . Lo que voy a hacer es compartir con ustedes algunas ideas que se me ocurren a partir de este fenómeno, más para seguir pensando el tema que para contar conclusiones que haya sacado.
La primera idea es que bitcoin es el primer caso que se populariza de lo que pienso que va a ser una megatendencia: el cambio radical en el sistema monetario (y consiguientemente político y económico) mundial. Mejor dicho, bitcoin es la primera manifestación masiva en materia monetaria de una tendencia más general: el impacto de la tecnología en la redistribución de la confianza.
Con sus idas y vueltas la humanidad fue construyendo a lo largo de la historia sistemas monetarios cada vez más abstractos, menos basados en el valor intrínseco de las monedas y más basados en la confianza. Del trueque y la sal como moneda llegamos a los metales preciosos, después a la emisión de moneda respaldada por metales preciosos y, finalmente, desde el 15 de agosto de 1971 cuando Estados Unidos abandonó la convertibilidad del dólar con el oro, a una moneda global totalmente fiduciaria.
“In God We Trust” dice el dólar, pero en verdad el mundo entero cree en el sistema político de Estados Unidos. O creía.
¿Qué cree? Cree que la sociedad de Estados Unidos (particularmente su autoridad monetaria) va a hacer un uso moderado de esta situación privilegiada de ser el emisor de la reserva de valor mundial y no va a usar esta situación para financiarse demasiado. En otras palabras, que en series largas de tiempo no va a emitir muchos más dólares que lo que el crecimiento de la economía justifique. Ese es el corazón del debate monetario en Estados Unidos: saber dónde está el límite, hasta cuándo puede tirar de la cuerda con emisión sin perder la credibilidad que le permite tener la moneda de reserva mundial. Cuanto más emita sin cruzar ese límite, mejor para su economía. Si lo cruza, perdió su posición privilegiada. El incentivo está claramente orientado a jugar cerca de ese límite.
Y de repente, boom: una moneda cuya emisión no está en manos de los políticos (como las fiduciarias) ni de la geología (como los metales) sino que está predeterminada, con reglas claras.
Si hubiese un equivalente a la economía de escala en materia de confianza, una economía de escala de la confianza, hasta ahora los únicos que podían detentarla eran los estados. De hecho, es lo que pasó. Y de hecho, eso es lo que cambió la tecnología para siempre: la economía de la confianza, particularmente los efectos de su escala.
Este es el fenómeno principal, a mi juicio: no el fenómeno bitcoin sino la reconfiguración de la confianza en el mundo, su cambio de escala. A partir de ahora la confianza va a ser redistribuida, en detrimento del Estado – Nación. Los políticos (no por sus características personales sino por su rol en el sistema) no van a ser más los más confiables para emitir la reserva de valor del mundo, en ningún país.
Los más confiables van a ser otras personas y otras entidades no personales, otros sistemas. Y cuando alguien goza de confianza –sea una persona o un sistema-, tiene todo el incentivo a emitir una moneda. Es probable que en los próximos años veamos muchas monedas emitidas por entidades que ganaron una cierta confianza en un grupo social determinado, ya no geográfico.
La segunda idea que me da vueltas en la cabeza es que, como nos pasa muchas veces, tendemos a confundir el cambio estructural con su primera manifestación. El tema no es bitcoin, el tema es la redistribución de la confianza y la aparición de monedas no estatales que vamos a ver en los próximos años.
Bitcoin está logrando visibilidad, esto le trae demanda y su oferta es limitada (es escaso por diseño). Una burbuja es inevitable y bitcoin tiene todos los componentes para convertirse en objeto de una furiosa especulación. Como los tulipanes de Holanda, más que como la tierra de Tokio o las acciones del Nasdaq, porque es un activo sin valor intrínseco. Inclusive peor que los tulipanes de Holanda, porque estos aunque sea tenían un valor de consumo.
El fervor masivo va a llevar el precio de los bitcoins a las nubes, porque la gente va a confundir la escasez del individuo con la escasez de la especie. Puede haber pocos bitcoins pero puede haber infinitas monedas parecidas a los bitcoins, con sus mismas características. Y no parece haber ningún incentivo a que el bitcoin, no como moneda sino como tecnología social, construya barreras de entrada.
Cuando se vuelvan visibles más monedas similares al bitcoin, salvo que bicoin logre ser la única posibilidad de realizar determinado tipo de transacciones, su precio va a colapsar, provocando una nueva confusión: muchos van a pesar que lo que está colapsando es el cambio estructural, el de la confianza que va a implicar muchas monedas alternativas cuando en verdad lo único que va a estar colapsando es el bitcoin, su primera manifestación masiva. Como cuando cayó Napster y muchos pensaron que lo que caía era un nuevo sistema de comunicación y de distribución de bienes y este estaba recién comenzando.
Es universalmente conocido entre los inversores que invertir en monedas es de las inversiones más difíciles que existen. Es el lugar donde la mayor parte de los amateurs pierde plata y sólo la ganan los especuladores súper sofisticados. Posiblemente con los bitcoins pase lo mismo: pocos ganen mucha plata a costa de que muchos pierdan esa plata.
En general, la escasez sostenida por diseño no funciona, porque, si es posible crear otros diseños escasos –y es posible- el mercado al que le gustan los bienes escasos por diseño tiende naturalmente a diversificar su demanda, disminuyéndola en cada diseño particular. Pero mientras tanto la burbuja de los bitcoins se va a inflar: primero van a entrar los nerds (muchos ya entraron), después los especuladores financieros y después el gran público. Cuando se escuche en un bar a dos personas que usan Windows hablar de que compraron bitcons, probablemente sea hora de vender, pero mientras tanto va a haber gente que haga mucha plata con esta plataforma. Después de todo, el mejor especulador en monedas de todos los tiempos, George Soros dijo “si yo veo una burbuja, compro”.